El destino del Mundo

Dios creó nuestra historia y a ÉL nos debemos

viernes, 11 de marzo de 2016

La Voz que Clamaba en el Desierto







DE ENTRE los fieles de Israel, que por largo tiempo habían esperado la venida del Mesías, surgió el precursor de Cristo. El anciano sacerdote Zacarías y su esposa Elizabet eran "justos delante de Dios;" y en su vida tranquila y santa, la luz de la fe resplandecía como una estrella en medio de las tinieblas de aquellos días malos. A esta piadosa pareja se le prometió un hijo, que iría "ante la faz del Señor, para aparejar sus caminos."
Zacarías habitaba en "la región montañosa de Judea," pero había subido a Jerusalén para servir en el templo durante una semana, según se requería dos veces al año de los sacerdotes de cada turno. "Y aconteció que ejerciendo Zacarías el sacerdocio delante de Dios por el orden de su vez, conforme a la costumbre del sacerdocio, salió en suerte a poner el incienso, entrando en el templo del Señor."
Estaba de pie delante del altar de oro en el lugar santo del santuario. La nube de incienso ascendía delante de Dios con las oraciones de Israel. De repente, sintió una presencia divina. Un ángel del Señor estaba "en pie a la derecha del altar." La posición del ángel era una indicación de favor, pero Zacarías no se fijó en esto. Durante muchos años, Zacarías había orado por la venida del Redentor; y ahora el cielo le había mandado su mensajero para anunciarle que sus oraciones iban a ser contestadas; pero la misericordia de Dios le parecía demasiado grande para creer en ella. Se sentía lleno de temor y condenación propia.
Pero fue saludado con la gozosa seguridad: "No temas, Zacarías; porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Elizabet te dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Juan. Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán en su nacimiento. [V.M.] Porque será grande delante de Dios, y no beberá vino ni sidra; y será lleno del Espíritu Santo.... Y a muchos de 73 los hijos de Israel convertirá al Señor Dios de ellos. Porque él irá delante de él con el espíritu y virtud de Elías, para convertir los corazones de los padres a los hijos, y los rebeldes a la prudencia de los justos, para aparejar al Señor un pueblo apercibido. Y dijo Zacarías al ángel: ¿En qué conoceré esto? porque yo soy viejo, y mi mujer avanzada en días."
Zacarías sabía muy bien que Abrahán en su vejez había recibido un hijo porque había tenido por fiel a Aquel que había prometido. Pero por un momento, el anciano sacerdote recuerda la debilidad humana. Se olvida de que Dios puede cumplir lo que promete. ¡Qué contraste entre esta incredulidad y la dulce fe infantil de María, la virgen de Nazaret, cuya respuesta al asombroso anuncio del ángel fue: "He aquí la sierva del Señor; hágase a mí conforme a tu palabra'!*
El nacimiento del hijo de Zacarías, como el del hijo de Abrahán y el de María, había de enseñar una gran verdad espiritual, una verdad que somos tardos en aprender y propensos a olvidar. Por nosotros mismos somos incapaces de hacer bien; pero lo que nosotros no podemos hacer será hecho por el poder de Dios en toda alma sumisa y creyente. Fue mediante la fe como fue dado el hijo de la promesa. Es por la fe como se engendra la vida espiritual, y somos capacitados para hacer las obras de justicia.










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