Amanecía sobre el mar de Galilea. Los discípulos, cansados por una noche infructuosa, estaban todavía en sus barcos pesqueros bogando sobre el lago. Jesús volvía de pasar una hora tranquila a orillas del agua. Había esperado hallarse, durante unos cortos momentos de la madrugada, aliviado de la multitud que le seguía día tras día. Pero pronto la gente empezó a reunirse alrededor de él. La muchedumbre aumentó rápidamente, hasta apremiarle de todas partes. Mientras tanto, los discípulos habían vuelto a tierra. A fin de escapar a la presión de la multitud, Jesús entró en el barco de Pedro y le pidió a éste que se apartase un poquito de la orilla. Desde allí, Jesús podía ser visto y oído mejor por todos, y desde el barco enseñó a la muchedumbre reunida en la ribera.
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