El destino del Mundo
Dios creó nuestra historia y a ÉL nos debemos
viernes, 11 de marzo de 2016
DIAS DE CONFLICTO
Desde sus más tiernos años, el niño judío estaba rodeado por los
requerimientos de los rabinos. Había reglas rígidas para cada acto, aun para los
más pequeños detalles de la vida. Los maestros de la sinagoga instruían a la
juventud en los incontables reglamentos que los israelitas ortodoxos debían
observar. Pero Jesús no se interesaba en esos asuntos. Desde la niñez, actuó
independientemente de las leyes rabínicas. Las Escrituras del Antiguo
Testamento eran su constante estudio, y estaban siempre sobre sus labios las
palabras: "Así dice Jehová."
A medida que empezó a comprender la condición del pueblo, vio que los
requerimientos de la sociedad y los de Dios estaban en constante
contradicción. Los hombres se apartaban de la Palabra de Dios, y ensalzaban
las teorías que habían inventado. Observaban ritos tradicionales que no
poseían virtud alguna. Su servicio era una mera repetición de ceremonias; y las
verdades sagradas que estaban destinadas a enseñar eran ocultadas a los
adoradores. El vio que en estos servicios sin fe no hallaban paz. No conocían la
libertad de espíritu que obtendrían sirviendo a Dios en verdad. Jesús había
venido para enseñar el significado del culto a Dios, y no podía sancionar la
mezcla de los requerimientos humanos con los preceptos divinos. El no atacaba
los preceptos ni las prácticas de los sabios maestros; pero cuando se le
reprendía por sus propias costumbres sencillas presentaba la Palabra de Dios
en justificación de su conducta. De toda manera amable y sumisa, Jesús
procuraba agradar a aquellos con quienes trataba. Porque era tan amable y
discreto, los escribas y ancianos suponían que recibiría fácilmente la influencia
de su enseñanza. Le instaban a recibir las máximas y tradiciones que habían
sido transmitidas desde los antiguos rabinos, pero él pedía verlas autorizadas
en la Santa Escritura. Estaba dispuesto a escuchar toda palabra que procede de
la boca de Dios; pero no podía obedecer a lo inventado por los hombres. Jesús
parecía conocer las Escrituras desde el principio al fin, y las presentaba con su
verdadero significado. Los rabinos se avergonzaban de ser instruidos por un
niño.
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