El destino del Mundo

Dios creó nuestra historia y a ÉL nos debemos

miércoles, 9 de marzo de 2016

LA VISITA DE PASCUA

Entre los judíos, el año duodécimo era la línea de demarcación entre la niñez y la adolescencia. Al cumplir ese año, el niño hebreo era llamado hijo de la ley y también hijo de Dios. Se le daban oportunidades especiales para instruirse en la religión, y se esperaba que participase en sus fiestas y ritos sagrados. De acuerdo con esta costumbre, Jesús hizo en su niñez una visita de Pascua a Jerusalén. Como todos los israelitas devotos, José y María subían cada año para asistir a la Pascua; y cuando Jesús tuvo la edad requerida, le llevaron consigo. Había tres fiestas anuales: la Pascua, Pentecostés y la fiesta de las Cabañas, en las cuales todos los hombres de Israel debían presentarse delante del Señor en Jerusalén. De estas fiestas, la Pascua era la más concurrida. Acudían muchos de todos los países donde se hallaban dispersos los judíos. De todas partes de Palestina, venían los adoradores en grandes multitudes. El viaje desde Galilea ocupaba varios días, y los viajeros se unían en grandes grupos para obtener compañía y protección. Las mujeres y los ancianos iban montados en bueyes o asnos en los lugares escabrosos del camino. Los hombres fuertes y los jóvenes viajaban a pie. El tiempo de la Pascua correspondía a fines de marzo o principios de abril, y todo el país era alegrado por las flores y el canto de los pájaros. A lo largo de todo el camino, había lugares memorables en la historia de Israel, y los padres y las madres relataban a sus hijos las maravillas que Dios había hecho en favor de su pueblo en los siglos pasados. Amenizaban su viaje con cantos y música, y cuando por fin se vislumbraban las torres de Jerusalén, todas las voces cantaban la triunfante estrofa:
"En tus atrios descansarán
nuestros pies ¡oh Jerusalem! . . .
Reine la paz dentro de tus muros,
y la abundancia en . . . tus palacios."









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