El destino del Mundo

Dios creó nuestra historia y a ÉL nos debemos

domingo, 27 de marzo de 2016

En Capernaúm

Durante los intervalos que transcurrían entre sus viajes de un lugar a otro, Jesús moraba en Capernaúm, y esta localidad llegó a ser conocida como “su ciudad.” Estaba a orillas del mar de Galilea, y cerca de los confines de la hermosa llanura de Genesaret, si no en realidad sobre ella.
La profunda depresión del lago da a la llanura que rodea sus orillas el agradable clima del sur. Allí prosperaban en los días de Cristo la palmera y el olivo; había huertos y viñedos, campos verdes y abundancia de flores para matizarlos alegremente, todo regado por arroyos cristalinos que brotaban de las peñas. Las orillas del lago y los collados que lo rodeaban a corta distancia, estaban tachonados de aldeas y pueblos. El lago estaba cubierto de barcos pesqueros. Por todas partes, se notaba la agitación de una vida activa.
Capernaúm misma se prestaba muy bien para ser el centro de la obra del Salvador. Como se encontraba sobre el camino de Damasco a Jerusalén y Egipto y al mar Mediterráneo, era un punto de mucho tránsito. Gente de muchos países pasaba por la ciudad, o quedaba allí a descansar en sus viajes de un punto a otro. Allí Jesús podía encontrarse con representantes de todas las naciones y de todas las clases sociales, tanto ricos y encumbrados, como pobres y humildes, y sus lecciones serían llevadas a otras naciones y a muchas familias. Así se fomentaría la investigación de las profecías, la atención sería atraída al Salvador, y su misión sería presentada al mundo.

A pesar de la acción del Sanedrín contra Jesús, la gente esperaba ávidamente el desarrollo de su misión. Todo el cielo estaba conmovido de interés. Los ángeles estaban preparando el terreno para su ministerio, obrando en los corazones humanos y atrayéndolos al Salvador.










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