El destino del Mundo

Dios creó nuestra historia y a ÉL nos debemos

viernes, 18 de marzo de 2016

En su Templo

"DESPUÉS de esto descendió a Capernaúm, él, y su madre, y hermanos, y discípulos; y estuvieron allí no muchos días. Y estaba cerca la Pascua de los Judíos; y subió Jesús a Jerusalem." En este viaje, Jesús se unió a una de las grandes compañías que se dirigían a la capital. No había anunciado todavía públicamente su misión, e iba inadvertido entre la muchedumbre. En tales ocasiones, el advenimiento del Mesías, que había adquirido tanta preeminencia debido al ministerio de Juan, era a menudo el tema de conversación. La esperanza de grandeza nacional se mencionaba con fogoso entusiasmo. Jesús sabía que esta esperanza iba a quedar frustrada, porque se fundaba en una interpretación equivocada de las Escrituras. Con profundo fervor, explicaba las profecías, y trataba de invitar al pueblo a estudiar más detenidamente la Palabra de Dios. Los dirigentes judíos habían enseñado al pueblo que en Jerusalén se les indicaba cómo adorar a Dios. Allí, durante la semana de Pascua, se congregaban grandes muchedumbres que venían de todas partes de Palestina, y aun de países lejanos. Los atrios del templo se llenaban de una multitud promiscua. Muchos no podían traer consigo los sacrificios que habían de ser ofrecidos en representación del gran Sacrificio. Para comodidad de los * Este capítulo está basado en Juan 2:12-22. 162 EL DESEADO DE TODAS LAS GENTES tales, se compraban y vendían animales en el atrio exterior del templo. Allí se congregaban todas las clases del pueblo para comprar sus ofrendas. Allí se cambiaba el dinero extranjero por la moneda del santuario. Se requería que cada judío pagase anualmente medio siclo como "el rescate de su persona," (Éxodo 30: 12-16) y el dinero así recolectado se usaba para el sostén del templo. Además de eso, se traían grandes sumas como ofrendas voluntarias, que eran depositadas en el tesoro del templo. Y era necesario que toda moneda extranjera fuese cambiada por otra que se llamaba el siclo del templo, que era aceptado para el servicio del santuario. El [129] cambio de dinero daba oportunidad al fraude y la extorsión, y se había transformado en un vergonzoso tráfico, que era fuente de renta para los sacerdotes. Los negociantes pedían precios exorbitantes por los animales que vendían, y compartían sus ganancias con los sacerdotes y gobernantes, quienes se enriquecían así a expensas del pueblo. Se había enseñado a los adoradores a creer que si no ofrecían sacrificios, la bendición de Dios no descansaría sobre sus hijos o sus tierras. Así se podía obtener un precio elevado por los animales, porque después de haber venido de tan lejos, la gente no quería volver a sus hogares sin cumplir el acto de devoción para el cual había venido.







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