La mayor parte de los esfuerzos humanos por quitar el yugo de la miseria han fracasado porque no llegan a las raíces del problema. La redistribución del ingreso, o sea quitarles dinero a los ricos y dárselo a los pobres, no va a resolver el problema. Es una estrategia que acentúa el estado de dependencia de las mayorías pobres. Además, para perpetuarse tendrá que seguir quitando más y más a la minoría próspera (y con el correr del tiempo, a personas cada vez menos holgadas) para seguir dando asistencia a los menesterosos (ver La creación de la riqueza: argumento de un cristiano a favor del capitalismo, Griffith, págs. 12-13). Las economías de planificación centralizada tampoco han resuelto el problema, y las grandes reglamentaciones oficiales encaminadas a distribuir los ingresos tributarios, como se ve en la Unión Europea, han llevado al estancamiento económico. Las economías de libre mercado pueden generar mucha riqueza, pero un mercado libre que no se base en principios morales fuertes simplemente premia a los codiciosos inmisericordes y conduce a un "capitalismo salvaje", cuyo resultado es acentuar más la brecha entre ricos y pobres (La religión y las ambigüedades del capitalismo, Preston, pags. 145-146). La legislación económica que fija salarios mínimos y provee acceso igualitario al empleo, así como subsidios de alquiler para los necesitados, cupones de alimentos para los hambreados y servicios médicos para los enfermos, alivian algo del padecimiento causado por la indigencia pero tampoco llegan a las causas fundamentales del problema.
La Biblia plantea el asunto de un modo diferente, dándole importancia a las actitudes básicas que determinan lo que el hombre hace. Es interesante el siguiente comentario de un profesor de negocios: "Salir de la pobreza… no requiere la formación de capital a gran escala sino un cambio de actitud".
Las Sagradas Escrituras señalan como una causa de la pobreza, la actitud negligente e irresponsable, que carece de iniciativa y no traza planes para el futuro (Proverbios 6:6-11; 21:13; 24:30-34). Otra causa son las decisiones impulsivas e imprudentes (Proverbios 21:5). Pero fundamentalmente, las Escrituras indican que la pobreza se debe en gran parte al trato injusto y a la opresión de los pobres por parte de personas ricas, codiciosas y a menudo desalmadas en el gobierno, los negocios, la religión y otros ámbitos. Los profetas de Dios han advertido que la injusticia social, la opresión de los pobres y el llevar una vida de lujos desatendiendo las necesidades de los pobres son cosas que despiertan la ira divina (Jeremías 7:5-7; Amós 4:1-3; 5:11-13; Malaquías 3:5). Muchos olvidan que Dios destruyó la pecadora ciudad de Sodoma no solamente por sus perversiones sexuales (Génesis 19:4-7) sino también por otras razones importantes. Leemos que "esta fue la maldad de Sodoma tu hermana: soberbia, saciedad de pan, y abundancia de ociosidad tuvieron ella y sus hijas; y no fortaleció la mano del afligido y del menesteroso" (Ezequiel 16:49).
Tanto la Biblia como la historia indican que el egoísmo, la inequidad y los actos de opresión económica se extendieron en la antigua Israel cuando los israelitas se olvidaron de Dios y dejaron de lado las leyes e instrucciones que él había dado a Moisés. Entre esas instrucciones había pautas específicas para proteger a los pobres y necesitados. Dios le dijo a Moisés: "Cuando prestares dinero… al pobre que está contigo, no te portarás con él como logrero, ni le impondrás usura. Si tomares en prenda el vestido de tu prójimo, a la puesta del sol se lo devolverás" (Exodo 22:25-26). También le dijo a Moisés: "Y cuando tu hermano empobreciere… tú lo ampararás… No le darás tu dinero a usura, ni tus víveres a ganancia" (Levítico 25:35-37). Y más aún, Dios dijo: "Cuando haya en medio de ti menesteroso… no endurecerás tu corazón, ni cerrarás tu mano contra tu hermano pobre, sino abrirás a él tu mano liberalmente, y en efecto le prestarás lo que necesite" (Deuteronomio 15:7-8). Estas instrucciones prohíben explotar a los pobres y a los trabajadores bajo contrato y advierte a los más prósperos que deben tratar con generosidad a los menos afortunados.
Es interesante notar que los teólogos medievales, basados en ideas del filósofo pagano Sócrates, debatieron estos versículos largamente y llegaron a la conclusión errónea de que estaba prohibido cobrar intereses sobre los préstamos. En realidad, el término usura se refiere al cobro de intereses excesivos (Preston, págs. 135-142). El Comentario bíblico del expositor aclara que estos versículos no tenían por objeto prohibir los préstamos comerciales sino cobrar interés a los pobres de modo que se obtuviera ganancia explotando a los necesitados. (Véanse los comentarios sobre Nehemías 5:7, Levítico 25:35-37.) Lo anterior tiene implicaciones importantes para el buen funcionamiento de los sistemas económicos.
Las instrucciones bíblicas sobre la protección de los pobres reflejan el pensar de Dios. Muchos pasajes de las Escrituras muestran que Dios tiene muy en cuenta a quienes El creó a su propia imagen y que dará su merecido a quienes opriman, exploten o desatiendan a los pobres. El rey David escribió: "Excelso sobre todas las naciones es el Eterno… El levanta del polvo al pobre, y al menesteroso alza del muladar… Juzgará a los afligidos del pueblo, salvará a los hijos del menesteroso, y aplastará al opresor" (Salmo 113:4-7; 71:1-4). Más tarde su hijo Salomón reiteró esa misma advertencia: "No robes al pobre, porque es pobre, ni quebrantes en la puerta al afligido; Porque el Eterno juzgará la causa de ellos, y despojará el alma de aquellos que los despojaren" (Proverbios 22:22-23).
Por otra parte el apóstol Pablo recalcó la importancia de la responsabilidad personal: "Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma." (2 Tesalonicenses 3:10).
La Biblia da consejos específicos a los líderes porque los actos de los dirigentes repercuten enormemente sobre los dirigidos "El príncipe falto de entendimiento multiplicará la extorsión; mas el que aborrece la avaricia prolongará sus días… Cuando los justos dominan, el pueblo se alegra; mas cuando domina el impío, el pueblo gime… Conoce el justo la causa de los pobres; mas el impío no entiende sabiduría" (Proverbios 28:16; 29:2, 7). Miles de millones de seres humanos viven hoy en el dolor de la indigencia porque sus líderes no cumplen estas instrucciones tan sencillas pero tan profundas que Dios consignó hace muchos siglos en la Biblia.
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