Devoción Matutina para Adultos 2017 | La mano de Dios en la historia
«Él […] quita reyes y pone reyes». Daniel 2:21
LA BIBLIA ES LA HISTORIA más antigua y abarcante puesta a nuestra disposición.
Surgió de
la fuente de la verdad eterna y una mano divina ha preservado su pureza
a través de los siglos. Ilumina el lejano pasado en el cual en vano
trata de penetrar la investigación humana. Solamente en la Palabra de
Dios contemplamos el poder que fundó la tierra y extendió los cielos.
Tan solo en ella hallamos el relato auténtico del origen de las
naciones. Únicamente en ella se presenta la historia de la humanidad
libre de prejuicios y del orgullo humanos.
En los
anales de la historia humana, el crecimiento de las naciones, el
levantamiento y la caída de los imperios, parecen depender de la
voluntad y las proezas humanas. Los acontecimientos parecen ser
determinados, en gran parte, por el poder, la ambición o el capricho
humano. Sin embargo, en la Palabra de Dios se descorre el velo, y
podemos advertir detrás, encima y entre la trama y la urdimbre de los
intereses, las pasiones y el poder de los seres humanos, los agentes del
Ser misericordioso, que ejecutan silenciosa y pacientemente los
designios de su divina voluntad.
La Biblia
revela la verdadera filosofía de la historia. En las palabras de
belleza inmaculada y ternura que el apóstol Pablo dirigió a los
filósofos de Atenas, se expone el propósito que tenía Dios al crear y
distribuir las razas y las naciones. Él «de una sangre ha hecho todo el
linaje de los hombres para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y
les ha prefijado el orden de los tiempos y los límites de su
habitación, para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando,
puedan hallarlo, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de
nosotros» (Hech. 17: 26,27). El Señor declara que cualquiera que lo
desee puede «entrar en los vínculos del pacto» (Eze. 20: 37). Al crear
la tierra, su propósito era que fuese habitada por seres cuya existencia
fuera una bendición para sí mismos y para los demás, y que honraran a
su Creador. Todos los que quieran pueden identificarse con este
propósito. De ellos se dirá: «Este pueblo he creado para mí; mis
alabanzas publicará» (Isa. 43: 21).
El Señor
ha revelado en su ley los principios básicos de la verdadera
prosperidad, tanto de las naciones como de los individuos. «Porque esta
es su sabiduría y su inteligencia», declaró Moisés a los israelitas,
refiriéndose a la ley de Dios. «Porque no es algo que ustedes puedan
tomar a la ligera; esta ley es vida para ustedes» (Deut. 4:6, RVC; 32:
47, DHH). Las bendiciones prometidas a Israel, se ofrecen, en las mismas
condiciones y en igual magnitud, a toda nación y a todo individuo que
existe debajo del cielo
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