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Dios creó nuestra historia y a ÉL nos debemos

sábado, 14 de enero de 2017

Devoción Matutina para Adultos 2017 | Cavar profundo

«De tus mandamientos he adquirido inteligencia». Salmo 119: 104

SEGÚN LA LEY DE DIOS, tanto la fortaleza física, como la mental y espiritual se adquieren por medio del esfuerzo. El desarrollo se obtiene por medio del ejercicio. De acuerdo con esta ley, Dios ha provisto en su Palabra los medios necesarios para el desarrollo mental y espiritual.

La Biblia contiene todos los principios que los seres humanos necesitamos comprender, a fin de prepararnos para esta vida y para la venidera. Todos podemos comprender estos principios. Nadie que esté dispuesto a apreciar la enseñanza de las Escrituras puede leer un solo pasaje sin obtener de él algún pensamiento útil. Pero la enseñanza más valiosa de la Biblia no se obtiene por medio de un estudio ocasional o aislado. Su gran sistema de verdad no se presenta de tal manera que pueda descubrirlo el lector apresurado o descuidado. Muchos de sus tesoros están lejos de la superficie, y solo pueden ser obtenidos por medio de una investigación diligente y de un esfuerzo continuo. Las verdades que forman el gran todo deben ser buscadas y reunidas «un poquito allí, otro poquito allá» (Isa. 28: 10, RV60).

Una vez buscadas y reunidas, corresponderán perfectamente unas con otras. Cada Evangelio complementa los demás; una profecía explica la otra; cada verdad desarrolla otra verdad. El evangelio explica los símbolos del sistema judaico. Cada principio de la Palabra de Dios tiene su lugar; cada hecho, su relación. Y la estructura completa, tanto en su propósito como en su ejecución, da testimonio de su Autor. Solo el Ser infinito pudo concebir y dar forma a esa estructura.

Al buscar las diferentes partes y al estudiar su relación, entran en actividad las facultades superiores de la mente humana. Nadie puede emprender ese estudio sin que se desarrolle su mente.

Y el valor intelectual del estudio de la Biblia no consiste solamente en investigar la verdad y descubrir su estructura íntima, sino también en el esfuerzo requerido para abarcar los temas presentados. La mente ocupada solamente con asuntos cotidianos se empequeñece y debilita. Si nunca se empeña en comprender verdades grandes y de vasto alcance, después de un tiempo pierde la capacidad de crecer. Como salvaguardia contra esa degeneración, y como estímulo para el desarrollo, nada puede igualar al estudio de la Palabra de Dios

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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