El destino del Mundo

Dios creó nuestra historia y a ÉL nos debemos

domingo, 5 de febrero de 2017

FUERZA PARA CAMBIAR


Cuando nos convertimos a Cristo adquirimos dos naturalezas antagónicas y totalmente opuestas,creyendo en un cambio totalmente positivo de nuestro ser hacia Jesús.
Infelizmente las cosas no suceden así. Al convertirnos, Dios coloca dentro de nosotros una nueva naturaleza, la naturaleza de Cristo. Pero, ¿Qué es lo que sucede con la vieja naturaleza pecaminosa, la naturaleza del lobo, la que quiere devorarnos? Ella no sale, no desaparece como muchos piensan. Queda ahí, agonizante. “Aquella porción de nuestras vidas que amaba el pecado, quedó plasmada y mortalmente herida” (Romanos 6:6) afirma el apóstol. ¿Y ahora? Ahora pasamos a ser personas con dos naturalezas: la naturaleza de Cristo, nueva, recién instalada, y la vieja naturaleza pecaminosa “aplastada y mortalmente herida”, que continúa dentro de nosotros. El ideal sería que la vieja naturaleza permaneciese siempre “mortalmente herida”. Pero esa situación no es definitiva, es circunstancial. En la primera oportunidad en que reciba alimento, resucitará, y si continúa siendo alimentada, recuperará completamente las fuerzas y luchará para expulsar de nuestra vida a la nueva naturaleza. Es por eso que después de la conversión la lucha aumente. Existe mucho más conflicto en una persona después de su conversión de lo que existía antes de ella. ¿Te sorprende? Intenta entender lo que estoy diciendo. Después de aceptar a Jesús puedes esperar una lucha mayor en tu corazón, un conflicto interno, que muchas veces te llevará a la desesperación, si es que no haces un alto para entender el problema. El asunto es simple. El hombre sin Cristo tiene una sola naturaleza, la naturaleza con que nació, y esa naturaleza hace las cosas equivocadas en el momento que quiere. No existe nadie para oponérsele. No existe lucha, no hay conflicto. Pero tú entregaste tu vida a Cristo, experimentaste el milagro de la conversión, tienes ahora una nueva naturaleza que se opone a la vieja. ¿Entiendes ahora por qué la vida de un hombre inconverso puede parecer más fácil? Ese hombre tiene una sola naturaleza y ella sume el control de su vida, sin oposición. Pero enseguida después de la conversión, cuando el hombre piensa que la vieja naturaleza desapareció, descubre que continúa dentro y el conflicto comienza. Ahora tiene dos naturalezas y las dos están luchando. ¿Conoces la historia de San Pablo? Hubo un momento en su vida en que llegó al borde la locura. En su carta a los cristianos de Roma, les dice: “No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero, y en cambio aquello que odio es precisamente lo que hago… Así que ya no soy yo quien lo hace, sino el pecado que está en mí… Así pues me pasa esto… En mi interior me gusta la ley de Dios, pero veo en mí algo que se opone a mi capacidad de razonar: es la ley del pecado, que está en mí y que me tiene preso”.
(Romanos 7:15-23)

Podemos vencer en nuestro interior la fuerza pecaminosa que nos desvia de toda verdad .¿Como?.
Solamente enfocándonos en nuestro Salvador

Saludos

Eliseo Cuesta






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