El destino del Mundo
Dios creó nuestra historia y a ÉL nos debemos
jueves, 23 de febrero de 2017
Devoción Matutina para Adultos 2017 | El ladrón arrepentido
DURANTE
SU SUFRIMIENTO sobre la cruz, Jesús recibió un rayo de consuelo: la
petición del ladrón arrepentido. Los dos malhechores crucificados con
Jesús se habían burlado de él al principio; y por causa de las torturas
uno de ellos se volvió más desesperado y desafiante. Pero no sucedió así
con su compañero. Este hombre no era un criminal empedernido. Las malas
compañías lo habían extraviado, pero era menos culpable que muchos de
aquellos que estaban al lado de la cruz injuriando del Salvador. Había
visto y oído a Jesús y se había convencido por su enseñanza, pero los
sacerdotes y príncipes lo habían desviado del buen camino. Procurando
ahogar su convicción, se había sumergido más y más en el pecado, hasta
que fue arrestado, juzgado como criminal y condenado a morir en la cruz.
En el tribunal y de camino al Calvario, había estado en compañía de
Jesús. Había oído a Pilato declarar: «Ningún delito hallo en él» (Juan
19: 4). Había notado su porte divino y el espíritu compasivo de perdón
que manifestaba hacia quienes lo atormentaban. En la cruz, vio a
aquellos que profesaban ser religiosos sacarle la lengua de forma
burlesca y ridiculizar al Señor Jesús. Vio las cabezas que se sacudían,
oyó cómo su compañero de crimen repetía las palabras de reproche: «Si tú
eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros» (Luc. 23: 39). Entre
los que pasaban, oía a muchos que defendían a Jesús. Les oía repetir sus
palabras y hablar de sus obras. Se sintió convencido de que era el
Cristo. Volviéndose hacia su compañero culpable, dijo: «¿Ni siquiera
estando en la misma condenación temes tú a Dios?» (Luc. 23: 40). Los
ladrones moribundos no tenían ya nada que temer de los seres humanos.
Pero uno de ellos estaba convencido de que había un Dios a quien temer,
un futuro que debía hacerle temblar. Y ahora, así como se hallaba, todo
manchado por el pecado, se veía a punto de terminar la historia de su
vida. «Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo
que merecieron nuestros hechos; pero este ningún mal hizo» (Luc. 23:
41). […]
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