LA JUSTICIA ES SANTIDAD, semejanza a Dios; y «Dios es amor» (1 Juan 4: 8). Es conformidad a la ley de Dios, «pues todos tus mandamientos son justos» y «el amor es el cumplimiento de la ley» (Sal. 119: 172; Rom. 13: 10, NVI). La justicia es amor, y el amor es la luz y la vida de Dios. La justicia de Dios está personificada en Cristo. Al recibir al Salvador, recibimos la justicia.
No se obtiene la justicia por conflictos penosos, ni por arduo trabajo, ni aun por dones o sacrificios; se le concede gratuitamente a toda alma que tiene hambre y sed de recibirla. «¡Vengan a las aguas todos los que tengan sed! ¡Vengan a comprar y a comer los que no tengan dinero!». «“Esta es la herencia de los siervos del Señor, la justicia que de mí procede”, afirma el Señor». «Este será su nombre con el cual lo llamarán», el Señor «justicia nuestra» (Isa. 55: 1; Isa. 54: 17, NVI; Jer. 23: 6).
No hay agente humano que pueda proporcionar lo que satisfaga el hambre y la sed del alma. Pero dice Jesús: «Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo». (Apoc. 3: 20, NVI). […]
Así como necesitamos alimentos para nutrirnos físicamente, también necesitamos a Cristo, el pan del cielo, para nutrir nuestra vida espiritual y para obtener la energía necesaria para realizar las obras de Dios. Y de la misma manera como el cuerpo recibe constantemente el alimento que sostiene la vida y le da vigor, así el alma debe comunicarse continuamente con Cristo, sometiéndose a él y dependiendo enteramente de él. […]
Al percibir la perfección del carácter de nuestro Salvador, desearemos transformarnos y renovarnos completamente a semejanza de su pureza. Cuanto más sepamos de Dios, tanto más elevado será nuestro ideal del carácter, y tanto más anhelaremos reflejar su imagen. Un elemento divino se une con lo humano cuando el alma busca a Dios, de forma que podemos hacer nuestras las palabras del salmista: «solo en Dios halla descanso mi alma; de él viene mi esperanza» (Sal. 62: 5, NVI).
Si tenemos hambre y sed de justicia, eso indica que Cristo influyó en nuestro corazón.
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