Devoción Matutina Adultos | De victoria en victoria
MEDIANTE CRISTO, se nos dan tanto restauración como reconciliación. El abismo abierto por el pecado ha sido salvado por la cruz del Calvario. Jesús pagó un rescate pleno y completo en virtud del cual se perdona al pecador y se mantiene la justicia de la ley. Todos los que creen que Cristo es el sacrificio expiatorio pueden ir y recibir el perdón de sus pecados, pues mediante los méritos de Cristo se ha abierto la comunicación entre Dios y los seres humanos. Dios puede aceptarme como su hijo y yo puedo tener acceso a él y puedo regocijarme en él como en mi Padre amante. Debemos enfocar nuestras esperanzas únicamente en Cristo, pues él es nuestro sustituto y garantía.
Hemos transgredido la ley de Dios, y por las obras de la ley nadie será justificado. Los mejores esfuerzos que podemos hacer son ineficaces para responder ante la ley santa y justa que hemos transgredido, pero mediante la fe en Cristo podemos demandar la justicia del Hijo de Dios como plenamente suficiente. Cristo satisfizo los requerimientos de la ley en su naturaleza humana. Llevó la maldición de la ley por el pecador, hizo expiación a fin de que todo aquel que crea en él, no se pierda sino que tenga vida eterna. La fe genuina se apropia de la justicia de Cristo y el pecador es hecho vencedor con Cristo, pues se lo hace partícipe de la naturaleza divina, y así se combinan la divinidad y la humanidad.
El que está intentando alcanzar el cielo por sus propias obras al guardar la ley, está intentando lo imposible. El ser humano no puede salvarse sin la obediencia, pero sus obras no deben ser propias. Cristo debe obrar en él tanto el querer como el hacer la buena voluntad de Dios. Si pudiéramos salvarnos por nuestras propias obras, tendríamos algo por lo cual jactarnos. Nuestros esfuerzos por obtener la salvación están representados por la ofrenda de Caín. Todo lo que podemos hacer sin Cristo está contaminado con egoísmo y pecado, pero lo que se realiza mediante la fe es aceptable ante Dios. Progresamos cuando procuramos ganar el cielo mediante los méritos de Cristo. Contemplando a Jesús, el autor y consumador de nuestra fe, podemos proseguir de fortaleza en fortaleza, de victoria en victoria, pues mediante Cristo la gracia de Dios ha obrado nuestra completa salvación.
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