El destino del Mundo
Dios creó nuestra historia y a ÉL nos debemos
miércoles, 27 de mayo de 2020
El tiempo de angustia
Vi a los santos abandonar las ciudades y los pueblos y juntarse
en grupos para vivir en los lugares más apartados. Los ángeles los
proveían de comida y agua, mientras que los impíos sufrían hambre
y sed. Vi después que los magnates de la tierra consultaban entre
sí, y Satanás y sus ángeles estaban atareados en torno de ellos. Vi
un edicto del que se repartieron ejemplares por distintas partes de
la tierra, el cual ordenaba que si dentro de determinado plazo no
renunciaban los santos a su fe peculiar y prescindían del sábado para
observar el primer día de la semana, quedaría la gente en libertad
para matarlos. Pero en aquella hora de prueba estaban los santos
tranquilos y serenos, esperando en Dios y apoyados en su promesa
de que se les abriría un camino de salvación. En algunos puntos [283]
los malvados se precipitaron contra los santos para matarlos antes
de que venciese el plazo señalado en el edicto; pero ángeles en
la persona de guerreros pelearon por ellos. Satanás quería tener el
privilegio de exterminar a los santos del Altísimo; pero Jesús ordenó
a sus ángeles que velaran por ellos. Dios tendría a honra hacer un
pacto con quienes habían guardado su ley a la vista de los paganos
circundantes; y Jesús recibiría honra al trasladar sin que vieran la
muerte a los fieles expectantes que durante tanto tiempo le habían
aguardado.
Pronto vi que los santos sufrían gran angustia mental. Parecían
rodeados por los malvados moradores de la tierra. Todas las apariencias estaban en su contra, y algunos empezaron a temer que Dios
los hubiese abandonado al fin para dejarlos perecer a manos de los
malos. Pero si sus ojos hubiesen podido abrirse, se hubieran visto
circundados por los ángeles de Dios. Después llegó la multitud de
los impíos airados, y a poco una masa de ángeles malignos que excitaban a los impíos a que matasen a los santos. Mas para acercarse
al pueblo de Dios era preciso que atravesasen por entre la cohorte
de ángeles santos y poderosos, lo cual era imposible. Los ángeles de Dios los hacían retroceder y también rechazaban a los ángeles
malos que rodeaban a los malvados.
Fué una hora de tremenda y espantosa angustia para los santos.
Día y noche clamaban a Dios para pedirle que los librase. A juzgar
por las apariencias no había posibilidad de escapar. Los malvados,
saboreando de antemano su triunfo, exclamaban: “¿Por qué no os
libra vuestro Dios de nuestras manos? ¿Por qué no os escapáis por
los aires para salvar la vida?” Pero los santos no los escuchaban.
Como Jacob, estaban luchando con Dios. Los ángeles deseaban
libertarlos; pero habían de esperar un poco más. El pueblo de Dios
debía apurar el cáliz y ser bautizado del bautismo. Los ángeles,
fieles a su misión, seguían velando. Dios no quería que los paganos
[284] insultasen su nombre. Se acercaba el tiempo en que iba a manifestar
su formidable poder y libertar gloriosamente a sus santos. Por la
gloria de su nombre iba a libertar a todos los que pacientemente le
habían esperado y cuyos nombres estaban escritos en el libro.
Se me señaló al fiel Noé. Al desatarse la lluvia y sobrevenir el
diluvio, ya Noé y su familia habían entrado en el arca, y Dios había
cerrado la puerta. Noé había advertido fielmente a los moradores
del mundo antediluviano, mientras ellos se mofaban de él y le escarnecían. Pero cuando las aguas cubrieron la tierra, y uno tras otro
los impíos se iban ahogando, veían el arca de la que tanto se habían
burlado, flotando con toda seguridad sobre las olas, y preservando
al fiel Noé y su familia. Análogamente vi que sería libertado el
pueblo de Dios que con tanta fidelidad había anunciado al mundo
la ira venidera. Dios no consentiría que los malvados exterminasen
a quienes esperaban la traslación y no se sometían al decreto de la
bestia ni recibían su marca. Vi que si a los malvados se les permitiese exterminar a los santos, Satanás se alegraría, con sus malignas
huestes y todos cuantos odiaban a Dios. Y ¡oh, qué triunfo fuera
para su majestad satánica ejercer en la lucha final potestad sobre los
que durante largo tiempo habían esperado contemplar a quien tanto
amaban! Los que se burlaron de la idea de la ascensión de los santos
presenciarán la solicitud de Dios por su pueblo y contemplarán su
gloriosa liberación.
Cuando los santos salieron de las villas y ciudades, los persiguieron los malvados con intento de matarlos. Pero las espadas
levantadas contra el pueblo de Dios se quebraron y cayeron tan inofensivas como briznas de paja. Los ángeles de Dios escudaron
a los santos, cuyos clamores, elevados día y noche en súplica de
liberación, habían llegado ante el Señor.
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