El hombre salió de las manos de su Creador perfecto en su
organización y de bellas proporciones. Si por más de seis mil años
ha podido soportar el impacto creciente de las enfermedades y la
violencia, es una prueba concluyente del poder de resistencia con que
fue dotado. Aunque los antediluvianos se entregaron al pecado sin
restricción, transcurrieron más de dos mil años antes que comenzaran
a sentirse los efectos de la violación de las leyes naturales. Si Adán no hubiera poseído originalmente una resistencia física superior a
la de los hombres que viven en la actualidad, la raza humana ya se
hubiera extinguido.*
A través de las sucesivas generaciones que siguieron a la caída
del hombre, la tendencia ha sido continuamente hacia abajo. Las
enfermedades se han transmitido de padres a hijos, una generación
tras otra. Aun los niños en sus cunas sufren malestares causados por
el pecado de sus padres...
Los patriarcas de Adán a Noé, con pocas excepciones, vivieron
cerca de mil años. Después el promedio de vida de los seres humanos
ha ido en constante descenso.
En tiempos del primer advenimiento de Cristo, la raza humana
ya estaba tan degenerada que no sólo los viejos, sino también los
adultos y jóvenes eran traídos a los pies del Salvador, de todas partes,
para que les sanara sus enfermedades. Muchos sufrían bajo el peso
de una miseria inexpresable.
La violación de las leyes físicas, con su consecuente sufrimiento
y muerte prematura, ha prevalecido durante tanto tiempo, que estas
consecuencias han llegado a aceptarse como la suerte natural de la
humanidad; pero Dios no creó a la raza humana en una condición
tan debilitada. Este estado de cosas no es obra de la Providencia,
sino del hombre. Fue producido por los malos hábitos, es decir
por la violación de las leyes que Dios estableció para gobernar
la existencia humana. La transgresión sostenida de las leyes de
*
[Christian Temperance and Bible Hygiene, 7-12 (1890).] La violación de la ley física la naturaleza es una transgresión continua de la ley de Dios. Si
los seres humanos hubieran obedecido siempre la ley de los Diez
Mandamientos, practicando en sus vidas los principios de dichos
preceptos, hoy no existiría la maldición de las enfermedades que
inundan al mundo...
Cuando los seres humanos toman cualquier curso de acción que
los hace derrochar su vitalidad o que anubla su intelecto, pecan
contra Dios; no lo glorifican por medio del cuerpo y del espíritu
que le pertenecen. Pero a pesar de que el hombre lo ha insultado, el
amor de Dios todavía se extiende a la raza humana, concediéndole la luz, capacitando a la gente para ver que si desean llevar una vida
perfecta necesitan obedecer las leyes naturales que gobiernan el ser.
Entonces, ¡cuán importante es que las personas caminen en esa luz,
y que ejerciten todas las energías, tanto del cuerpo como de la mente,
para glorificar a Dios!
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