Asediada, desde la caída, por servidumbres externas e internas, la
humanidad ha estado siempre luchando por conseguir y mantener la
libertad. ¡Cuánta sangre derramada, cuántas vidas sacrificadas a lo
largo de la historia, en la lucha contra la opresión y la explotación de
"los tiranos de fuera!" ¡Y cuántos recursos humanos consumidos en los
múltiples esfuerzos por liberar al hombre de "los tiranos de dentro", es
decir, la enfermedad, el sufrimiento y la muerte! Sin embargo, el
evangelio nos dice que esta doble batalla--contra los enemigos de
dentro y los de fuera--ya ha sido ganada, no por esfuerzo humano, sino
por intervención divina. La historia de la salvación es la historia de la
acción de Dios en el tiempo y en la vida de su pueblo para liberarlo no
sólo de la esclavitud física de Egipto, o Babilonia, sino también de la
esclavitud espiritual del pecado y de la muerte (1 Co. 15:54-56). Para
llevar a cabo esta misión liberadora, Cristo vino al mundo: "para
proclamar libertad a los cautivos . . . y liberar a los oprimidos" (Lc. 4:18).
La misión de la iglesia es proclamar las buenas nuevas de cómo
Dios puede liberar a la humanidad del cautiverio de las tinieblas y de la
muerte, y llevarla a la luz y a la vida (1 Pe. 2:9). Este mensaje ha de
ser proclamado mundialmente y aceptado personalmente. El bautismo,
la cena del Señor y el sábado son algunos de los medios simbólicos
que Dios nos da para que experimentemos y hagamos efectiva su
salvación en nuestra vida.
En un tiempo en el que las fuerzas del caos y del desorden
parecen prevalecer, cuando la injusticia, la codicia, la violencia, la
corrupción, el crimen, el sufrimiento y la muerte parecen dominar, Dios,
por medio del sábado, recuerda a su pueblo que esas fuerzas
destructivas no triunfarán, porque "todavía queda un reposo sagrado
para el pueblo de Dios" (4:9). Mediante el sábado Dios nos asegura que
el mundo sigue estando bajo su control y que los propósitos divinos se
realizarán, a pesar de todo. El mismo Dios que creó el mundo de la
nada y que liberó a su pueblo de la esclavitud del pecado y de la muerte
por medio de su Hijo, "está obrando hasta ahora" (Jn. 5:17) para
establecer un Mundo Nuevo donde "de sábado en sábado todos los
hombres vendrán a adorar delante de Dios" (Is. 66:23). En aquel sábado
final, como tan bellamente dijo San Agustín, "reposaremos y veremos,
veremos y amaremos, amaremos y alabaremos." ¿Cómo podemos
celebrar, en el presente sábado semanal, ese maravilloso mensaje?
Aquí vemos de qué manera
el sábado ha sido utilizado por Dios en la Biblia para darle a su pueblo
una vislumbre de su salvación presente y futura.
Un abrazo y que
DIOS les bendiga
Eliseo Cuesta
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