EN BEREA PABLO encontró judíos que estaban dispuestos a investigar las verdades que enseñaba. El informe de Lucas declara de ellos: «Estos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras, para ver si estas cosas eran así. Muchos de ellos creyeron, y de los griegos, mujeres distinguidas y no pocos hombres» (Hech. 17:11-12).

La mente de los bereanos no estaba dominada por el prejuicio. Estaban dispuestos a investigar la verdad de la doctrina presentada por los apóstoles. Estudiaban la Biblia, no por curiosidad, sino para aprender lo que se había escrito concerniente al Mesías prometido. Investigaban diariamente los relatos inspirados; y al comparar escritura con escritura, los ángeles celestiales estaban junto a ellos, iluminando sus mentes e impresionando sus corazones.

Doquiera se proclaman las verdades del evangelio, aquellos que desean sinceramente hacer lo recto, son inducidos a escudriñar diligentemente las Escrituras. Si en las escenas finales de la historia terrenal, aquellos a quienes se proclaman las verdades fundamentales siguieran el ejemplo de los bereanos, escudriñando diariamente las Escrituras, comparando con la Palabra de Dios los mensajes que se les dan, habría un gran número de personas leales a los preceptos de la ley de Dios donde ahora hay comparativamente pocos. Pero cuando las verdades impopulares de la Biblia se presentan, muchos se niegan a hacer esta investigación. Aunque no pueden contradecir las claras enseñanzas de las Escrituras, manifiestan, sin embargo, una gran indisposición a estudiar las evidencias que se les presentan. Algunos arguyen que aunque estas doctrinas sean en verdad ciertas, importa poco que ellos acepten o no la nueva luz; y se aferran a las fábulas que el enemigo usa para extraviar las almas. Así sus mentes son cegadas por el error y ellos se separan del cielo.

Seremos juzgados de acuerdo con la luz que hemos recibido. El Señor envía sus embajadores con un mensaje de salvación, y a aquellos que lo oyen los hará responsables de la manera en que tratan las palabras de sus siervos. Los que buscan sinceramente la verdad investigarán con esmero, a la luz de la Palabra de Dios, las doctrinas que se les presentan.