El Espíritu Santo revela nuestra necesidad
de Cristo y, cuando aceptamos la gracia y la salvación de Dios, nos
hace nuevas criaturas. El Espíritu edifica nuestra fe y nos ayuda a
dejar atrás una vida quebrantada.
Con amor y misericordia infinitos Dios hizo que Cristo, que no
conoció pecado, fuera hecho pecado por nosotros, para que nosotros
pudiésemos ser hechos justicia de Dios en él. Guiados por el Espíritu
Santo sentimos nuestra necesidad, reconocemos nuestra pecaminosidad, nos
arrepentimos de nuestras transgresiones, y ejercemos fe en Jesús como
Señor y Cristo, como Sustituto y Ejemplo. Esta fe que recibe salvación
nos Ilega por medio del poder divino de la Palabra y es un don de la
gracia de Dios. Mediante Cristro somos justificados, adoptados como
hijos e hijas de Dios y librados del señorío del pecado. Por medio del
Espíritu nacemos de nuevo y somos santificados; el Espíritu renueva
nuestras mentes, graba la ley de amor de Dios en nuestros corazones y
nos da poder para vivir una vida santa. Al permanecer en él somos
participantes de la naturaleza divina y tenemos la seguridad de la
salvación ahora y en ocasión del juicio (2 Corintios 5:17-21; Juan 3:16;
Gálatas 1:4; 4:4-7; Tito 3:3-7; Juan 16:8; Gálatas 3:13-14; 1 Pedro
2:21-22; Romanos 10:17; Lucas 17:5; Marcos 9:23-24; Efesios 2:5-10;
Romanos 3:21-26: Colosenses 1:13-14; Romanos 8:14-17; Gálatas 3:26; Juan
3:3-8; 1 Pedro 1:23; Romanos 12:2; Hebreos 8:7-12; Ezequiel 36:25-27; 2
Pedro 1:3-4; Romanos 8:1-4; 5:6-10).
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