“[Jesús], por su parte, solía retirarse a lugares solitarios para orar”.
Lucas 5:16, NVI
DALLAS
WILLARD HABLA de experimentos realizados con ratones y anfetamina (una
sustancia que induce un mayor estado de vigilia). Cuando se mantiene
solo a un ratón, hace falta veinte veces más de anfetamina para matarlo
que cuando está en un grupo. De hecho, los investigadores descubrieron
que si ponían a un ratón que no hubiera consumido anfetamina en medio de
un grupo ya sometido a la sustancia, ¡ese pobre ratón libre de la
sustancia moría en menos de diez minutos! Tan enérgico era el errático
comportamiento del grupo de ratones drogados que el ratón sano empezaba a
imitar la frenética disfunción de sus congéneres y acababa cayendo
muerto al tratar simplemente de seguirles el ritmo. ¿Qué quiere decir
Willard? “Nuestra conformidad con el patrón social es apenas menos
notable que la de los ratones, e igual de letal” (Spirit of the
Disciplines, p. 161). Y ahí está la lección que necesita la generación
de Jesús. La hipnótica atracción del patrón social de esta cultura
únicamente puede ser rota si nos apartamos de ella, tal como hacía
Jesús.
¿Por qué
Jesús se retiraba a lugares solitarios a orar? “Ninguna vida estuvo tan
llena de trabajo y responsabilidad como la de Jesús, y, sin embargo,
cuán a menudo se le encontraba en oración. Cuán constante era su
comunión con Dios. […] En una vida completamente dedicada al beneficio
ajeno, el Salvador hallaba necesario retirarse de los caminos muy
transitados y de las muchedumbres que le seguían día tras día. Debía
apartarse de una vida de incesante actividad y contacto con las
necesidades humanas, para buscar retraimiento y comunión directa con su
Padre. Como uno de nosotros, participante de nuestras necesidades y
debilidades, dependía enteramente de Dios, y en el lugar secreto de
oración, buscaba fuerza divina, a fin de salir fortalecido para hacer
frente a los deberes y las pruebas. […] Por medio de la comunión
continua, recibía vida de Dios a fin de impartirla al mundo. Su
experiencia ha de ser la nuestra” (El Deseado de todas las gentes, cap.
38, p. 335; la cursiva es nuestra).
Para una
generación que ora deseando cruzar al otro lado, no hace falta ser un
genio para sugerir que ¡el estado de la civilización de la tierra esa
hora final será como el de los ratones drogados con anfetamina! Por lo
tanto, es absolutamente imprescindible que tú y yo mantengamos y
protejamos nuestra soledad cotidiana con Jesús, pase lo que pase. El
enemigo de todos nosotros sabe que si puede atraernos a la conformidad
con los patrones sociales y la cultura caída de esta sociedad, el
frenesí absoluto de intentar imitarlos nos destruirá. Por el bien de su
alma y de su misión, nuestro Maestro y Ejemplo se apartaba a menudo a
lugares desiertos para orar. Por el bien de nuestra alma y de nuestra
misión, ¿podemos permitirnos el lujo de obrar de forma distinta?
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