“En ese día se dirá: ‘¡Este es nuestro Dios! Lo hemos esperado, y él nos salvará. Este es el Señor a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación’ ” (Isa. 25:9).
Han pasado unos dos mil años desde que el Salvador dio la promesa de su venida. A través de los siglos sus palabras han llenado de ánimo el corazón de sus fieles. La promesa todavía no se ha cumplido … pero, no por eso es menos segura la palabra que ha sido hablada…
El tiempo de la demora casi ha terminado. Los peregrinos y extranjeros que durante tanto tiempo han buscado un país mejor, ya casi han llegado… “Por lo cual, oh amados, estando en esperanza de estas cosas, procurad con diligencia que seáis hallados de él sin mácula, y sin reprensión, en paz”. 2 Pedro 3:14
“La venida del Señor ha sido en todo tiempo la esperanza de sus verdaderos seguidores. La promesa de despedida del Salvador sobre el Monte de los Olivos, de que volvería, iluminó el futuro para sus discípulos y llenó sus corazones con gozo y esperanza que las penas no podían apagar ni las pruebas disminuir. Entre los sufrimientos y las persecuciones, ‘la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo’ era la ‘esperanza bienaventurada’. Cuando los cristianos de Tesalónica, agobiados por el dolor, enterraban a sus amados que habían esperado vivir hasta ser testigos de la venida del Señor, Pablo, su maestro, les recordaba la resurrección, que se verificaría cuando viniese el Salvador. Entonces los muertos en Cristo resucitarán, y juntamente con los vivos serían arrebatados para recibir a Cristo en el aire. Y dijo: ‘Y así estaremos siempre con el Señor. Consolaos pues los unos a los otros con estas palabras’ (1 Tes. 4:16-18)”
Dios había hablado al mundo por medio de la naturaleza, las figuras, los símbolos, los patriarcas y los profetas. Las lecciones debían ser dadas a la humanidad en su propio lenguaje. El Mensajero del pacto debía hablar. Su voz debía oírse en su propio templo. Cristo debía venir para pronunciar palabras que pudiesen comprenderse clara y distintamente. Él, el Autor de la verdad, debía separar la verdad del tamo de las declaraciones humanas que habían anulado su efecto. Los principios del gobierno de Dios y el plan de redención debían ser definidos claramente. Las lecciones del Antiguo Testamento debían ser presentadas plenamente a los hombres…
El cumplimiento del tiempo había llegado
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