Después subió al monte y llamó a sí a los que él quiso, y vinieron a él. Designó entonces a doce para que estuvieran con él, para enviarlos a predicar y que tuvieran autoridad para sanar enfermedades y para echar fuera demonios.
Marcos 3: 13-15
DE LOS DOCE DISCÍPULOS A QUIENES JESÚS ordenó «para que estuvieran con él», ¿a cuál podríamos llamar «el apóstol desconocido»? En opinión de Kit Watts, quizá con mucha razón, a Tadeo*
¿Qué sabemos de Tadeo? La verdad, casi nada, aparte de que, al parecer, su verdadero nombre no era Tadeo. En algunas versiones de la Biblia aparece como «Lebeo, por sobrenombre Tadeo» (Mat. 10:3, RV60, RV95). Lucas lo llama Judas, «hermano de Jacobo» (Luc. 6:16; Hech. 1:13). Lo mismo hace Juan, solo que, cuando lo menciona, se apresura a aclarar, «no el Iscariote» (Juan 14:22). El caso es que, sea que lo llamemos Tadeo, o Lebeo, o Judas, muy poco sabemos de él, aparte de que era «uno de los doce». Aunque...
Excepto por una ocasión en la que aparece haciendo una pregunta (ver Juan 14: 22), la Escritura no dice nada más de él. Todo lo cual hace que uno se pregunte: ¿Por qué escogería Jesús a una persona tan «ordinaria» como uno de sus apóstoles?
A pesar de lo «ordinario» que Tadeo parecía ser, Jesús vio en él lo que nadie más pudo ver: un corazón obediente y fiel. Alguien en quien Jesús podía confiar la predicación del evangelio, aunque no recibiera alabanzas. Tenemos, por lo tanto, buenas razones para creer que Tadeo, no solo predicó el evangelio, sino que al igual que los demás discípulos, tuvo «autoridad para sanar enfermedades y para echar fuera demonios» (Mar. 3: 14-15). Y todo ello a pesar de ser, en apariencia, una persona «ordinaria».
¿No hay aquí una valiosa lección para nosotros? ¿A cuántos, de quiénes Dios ha escogido a través de los siglos, podemos llamar gente extraordinaria, poderosa 0 «de noble cuna» (ver 1 Cor. 1: 26, NVI)? Más bien diríamos que, abrumadoramente, somos gente «ordinaria».
La razón, según escribe el apóstol Pablo, es esta: «Dios escogió lo insensato del mundo para avergonzar a los sabios, y escogió lo débil del mundo para avergonzar a los poderosos. [..] Escogió Dios lo más bajo y despreciado, y lo que no es nada, para anular lo que es, a fin de que en su presencia nadie pueda jactarse» (vers. 27-29, NVI).
¿Qué podemos decir, entonces? Decimos: ¡Gracias a Dios por los «Tadeos» de todas las edades! Aunque no son muy visibles, están en todas partes —las oficinas, los colegios, las industrias, los hospitales, los campos misioneros, los hogares-, cumpliendo fielmente su obra para la gloria de Dios.
Padre celestial, lléname hoy de tu Santo Espíritu. Solo así podré hacer tu obra sin esperar aplausos ni reconocimientos, sino para la gloria de Jesucristo.
Un saludo
Eliseo Cuesta
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