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viernes, 27 de diciembre de 2019

Las “curaciones milagrosas”: ¿son un don de Dios?

 Diferencias entre Jesús y los sanadores modernos
A lo largo de los años, muchos profesionales de la salud han investigado los “milagros” de los sanadores. ¿Y qué han encontrado? El diario londinense The Daily Telegraph cita la conclusión a la que llegó cierto médico inglés tras veinte años de investigación: “No existe ni una sola prueba médica que confirme los informes carismáticos de curaciones milagrosas”. A pesar de todo, muchas personas creen sinceramente que han sido curadas gracias a una reliquia, un santuario o un sanador. ¿Qué hay de ellas? ¿Existe la posibilidad de que hayan sido engañadas?
Pues bien, en el conocido Sermón del Monte, Jesús predijo que algunos dirían: “Señor, Señor, ¿no [...] ejecutamos muchas obras poderosas [en tu nombre]?”. Pero su respuesta a estos falsos representantes suyos sería la siguiente: “¡Nunca los conocí! Apártense de mí, obradores del desafuero” (Mateo 7:22, 23). Si el poder de estos practicantes de la maldad no vendría de Jesús, ¿de dónde procedería? El apóstol Pablo reveló que sería fruto de “la operación de Satanás”. Solo así podrían realizar “toda obra poderosa y señales y portentos presagiosos mentirosos, y [...] todo engaño injusto” (2 Tesalonicenses 2:9, 10).
Además, ninguna curación realizada con reliquias, imágenes religiosas u objetos similares puede proceder de Dios. ¿Por qué? Porque la Palabra de Dios ordena claramente a los cristianos que “huyan de la idolatría” y que ‘se guarden de los ídolos’ (1 Corintios 10:14; 1 Juan 5:21). Es evidente que los llamados milagros de curación no son más que otra de las trampas del Diablo para alejar a la gente de la religión verdadera. No en vano, la Biblia nos advierte que “Satanás mismo sigue transformándose en ángel de luz” (2 Corintios 11:14).
¿Por qué curaban Jesús y los apóstoles?
Las curaciones milagrosas que aparecen en las Escrituras Griegas Cristianas dejaron claro que Jesús y los apóstoles habían sido enviados por Dios (Juan 3:2; Hebreos 2:3, 4). Asimismo, servían para dar peso a su mensaje, pues la Biblia dice que cuando Jesús “recorría toda Galilea, enseñando en sus sinagogas y predicando las buenas nuevas del reino”, también iba “curando toda suerte de dolencia” (Mateo 4:23). Además de curar a las personas, Jesús alimentó a multitudes, controló las fuerzas de la naturaleza y resucitó muertos. Sin duda, todos estos milagros fueron auténticas buenas noticias, pues demostraron lo que él hará por los humanos fieles cuando el Reino de Dios gobierne la Tierra.
Ahora bien, todo indica que esas obras milagrosas —o dones del espíritu— dejaron de realizarse después que murieron Jesús, los apóstoles y las demás personas que habían recibido dichos dones. El apóstol Pablo escribió: “Sea que haya dones de profetizar, serán eliminados; sea que haya [dones de hablar en] lenguas, cesarán; sea que haya conocimiento [revelado por Dios], será eliminado” (1 Corintios 13:8). ¿Por qué serían eliminados? Porque una vez cumplido su objetivo —demostrar que Jesús era el Mesías y que la congregación cristiana contaba con la aprobación divina—, las curaciones y otros dones ya no serían necesarios.
Entonces, ¿nos benefician de algún modo en la actualidad las curaciones que Jesús realizó en el pasado con el poder de Dios? Por supuesto que sí. Nos hacen pensar en el tiempo en que las profecías bíblicas llegarán a cumplirse en sentido físico y espiritual. Si ejercemos fe en Jesús y obedecemos sus enseñanzas sobre el Reino de Dios, veremos el día en que nadie tendrá razones para decir: “Estoy enfermo” (Isaías 33:24; 35:5, 6; Revelación [Apocalipsis] 21:4).



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