Desde esta cosmovisión surgen una serie de doctrinas entrelazadas que se encuentran en el núcleo central que los cristianos queremos dar para el mundo: la creación de un mundo perfecto sin pecado ni muerte hace no mucho tiempo; el sábado; la caída de nuestros primeros padres; la difusión del pecado, la degeneración y la muerte a toda la creación; la venida de Jesucristo, Dios en la carne, para vivir entre nosotros y rescatarnos del pecado por medio de su muerte y resurrección; la segunda venida de Jesús, nuestro Creador y Redentor; y la restauración final de todo lo que se había perdido con la Caída.
Como cristianos que tomamos con seriedad la Biblia y procuramos vivir en base a sus preceptos,tenemos una elevada consideración por la naturaleza. Creemos que aun en su condición caída actual, la naturaleza revela el poder eterno de Dios (Rom. 1:20), y que "'Dios es amor' está escrito en cada capullo de flor que se abre, en cada tallo de la naciente hierba (Autora Elena G. de White, Libro El camino a Cristo, p. 8).
Para nosotros los cristianos, toda la Escritura es inspirada y es el criterio y prueba de todos los demás medios por los que Dios se revela a sí mismo, incluyendo la naturaleza. Tenemos un gran respeto por la ciencia, y aplaudimos la importancia de los departamentos de ciencia de nuestras instituciones de educación superior y de atención de la salud. También valoramos la obra de los hombres de ciencia e investigadores cristianos no empleados por la Iglesia. Enseñamos a los estudiantes en nuestros colegios y universidades a emplear el método científico en forma rigurosa. Al mismo tiempo, rehusamos limitar nuestra búsqueda de la verdad dentro de las restricciones impuestas por el método científico exclusivamente.
El tema de los orígenes
Durante siglos, por lo menos en el mundo cristiano, la historia bíblica de la creación fue la explicación corriente para el tema de los orígenes. Durante los siglos XVIII y XIX la metodología científica resultó en una comprensión creciente de cómo operaban las cosas. Hoy nadie puede negar que la ciencia ha tenido un impacto notable en nuestras vidas mediante los avances en la agricultura, las comunicaciones, la ecología, la ingeniería, la genética, la salud y la exploración espacial.
En muchas áreas de la vida, el conocimiento derivado de la naturaleza y el conocimiento de la revelación divina en las Escrituras parecen estar en armonía. Los avances en el conocimiento científico a menudo confirman y dan validez a los puntos de vista de la fe. Sin embargo, con respecto al origen del universo, de la tierra, y de la vida y su historia, encontramos cosmovisiones contradictorias. Las afirmaciones basadas en un estudio de las Escrituras a menudo se encuentran en contraste total con las que surgen de las premisas y metodologías usadas en el estudio de la naturaleza. Esta tensión tiene un impacto directo sobre la vida de la Iglesia, su mensaje y su testimonio.
Celebramos la vida de fe. Abogamos por una vida de aprendizaje. En el estudio de las Escrituras y en el de los procesos ordenados de la naturaleza vemos indicadores de la mente maravillosa del Creador. Desde sus primeros días, la Iglesia cristiana ha estimulado el desarrollo de la mente y de la comprensión, mediante las disciplinas de la adoración, la educación y la observación.
En décadas anteriores, la discusión de las teorías sobre los orígenes ocurría principalmente en los ambientes académicos. Sin embargo, el naturalismo filosófico (procesos completamente naturales, aleatorios y no dirigidos en el correr del tiempo) ha logrado una aceptación amplia en la educación, y forma la premisa básica de mucho de lo que se enseña en las ciencias naturales y sociales. Los feligreses y los estudiantes de la iglesia cristiana encuentran este concepto y sus implicaciones en muchas áreas de la vida diaria.
En su declaración de las creencias fundamentales, la Iglesia cristiana afirma una creación divina como se la describe en la narración bíblica de Génesis 1. Dios es el Creador de todas las cosas, y ha revelado en la Escritura la descripción auténtica de su actividad creadora. En seis días hizo el Señor 'los cielos y la tierra' así como todo lo que tiene vida sobre la tierra, y reposó en el séptimo día de esa primera semana. Estableció así el sábado como un recordativo perpetuo de su obra creadora completa. El primer hombre y mujer fueron hechos a imagen de Dios, como la obra cumbre de la creación; se les concedió dominio sobre el mundo, y se les encargó que cuidasen de él. Cuando el mundo estuvo terminado, fue declarado 'muy bueno', y revelaba la gloria de Dios (Gén. 1; 2; Exo. 20:8-11; Sal. 19:1-6; 33:6, 9; 104; Heb. 11:3).
Ante todo ello el mundo sigue; cabe preguntarse el porque de esta maravillosa creación y regalo que nuestro Dios nos da
Saludos
Eliseo Cuesta
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