Devoción Matutina Adultos El poder de la temperancia
«Porque
han sido comprados por un precio. Por tanto, glorifiquen a Dios en su
cuerpo y en su espíritu, los cuales son de Dios». 1 Corintios 6: 20,
NBLH
HAY QUE ENSEÑAR y practicar la temperancia en todos los aspectos de la vida.
La
temperancia en el comer, el beber, el dormir y el vestir es uno de los
grandes principios de la vida cristiana. La verdad, colocada en el
santuario del alma, guiará en el trato del cuerpo. Nada que ataña a la
salud del ser humano ha de considerarse con indiferencia. Nuestro
bienestar eterno depende del uso que hagamos en esta vida de nuestro
tiempo, energía e influencia.
Tan solo
se nos da esta vida aquí en alquiler; y cada uno debiera preguntarse:
¿Cómo puedo invertir mi vida para que dé la mayor utilidad?
El
desarrollo propio es nuestro primer deber hacia Dios y nuestro prójimo.
Debiera cultivarse hasta el más alto grado de perfección cada destreza
con que Dios nos ha dotado, a fin de que podamos realizar la mayor
cantidad de bien de que somos capaces. Por lo tanto, el tiempo que se
destina al establecimiento y la preservación de una sólida salud física y
mental es tiempo provechosamente empleado. No podemos permitirnos
menguar o dañar una sola función de la mente o del cuerpo por el trabajo
excesivo o por el abuso de cualquier parte de la maquinaria viviente.
Tan ciertamente como lo hagamos, sufriremos las consecuencias. […]
Los que
desempeñan puestos de confianza deben tomar diariamente decisiones de
gran trascendencia. A menudo deben pensar con rapidez, y esto solo
pueden hacerlo con éxito los que practican la estricta temperancia. La
mente se fortalece bajo la influencia del correcto tratamiento dado a
las facultades físicas e intelectuales. Si el esfuerzo no es demasiado
grande, cada nueva tarea añade nuevo vigor. [… ]
Los que,
como Daniel, rehúsen contaminarse, cosecharán la recompensa de sus
hábitos de temperancia. Con su mayor fibra física y mayor resistencia,
tienen un capital del que pueden disponer en un caso de emergencia.
Los
hábitos físicos correctos estimulan la superioridad mental. El poder
intelectual, la fortaleza física y la longevidad dependen de leyes
inmutables. En esto, no hay nada librado al azar o a la casualidad. Dios
no intervendrá para preservar a los seres humanos de las consecuencias
de haber violado las leyes de la naturaleza.
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