Las investigaciones científicas desvían, porque
sus descubrimientos se interpretan mal y se pervierten. Se compara la Palabra de Dios con las supuestas enseñanzas de la ciencia, y se la
hace aparecer como errónea e indigna de confianza. Así se siembran
en las mentes juveniles semillas de dudas, que brotan en el tiempo
de la tentación. Cuando se pierde la fe en la Palabra de Dios, el alma
no tiene ninguna guía, ninguna seguridad. La juventud es arrastrada
a senderos que alejan de Dios y de la vida eterna.
A esta causa debe atribuirse, en sumo grado, la iniquidad generalizada
en el mundo moderno. Cuando se descarta la Palabra de Dios,
se rechaza su poder de refrenar las pasiones perversas del corazón
natural. Los hombres siembran para la carne, y de la carne siegan
corrupción.
Además, en esto estriba la gran causa de la debilidad y deficiencia
mentales. Al apartarse de la Palabra de Dios para alimentarse
de los escritos de los hombres no inspirados, la mente llega a empequeñecerse
y degradarse. No se pone en contacto con los profundos
y amplios principios de la verdad eterna. La inteligencia se adapta
a la comprensión de las cosas con las cuales se familiariza, y al
dedicarse a las cosas finitas se debilita, su poder decrece, y después
de un tiempo llega a ser incapaz de ampliarse.
Los cuidados, las riquezas, los placeres, todos son usados por
Satanás en el juego de la vida para conquistar el alma humana. Se
nos da la amonestación: “No améis al mundo, ni las cosas que están
en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está
en él. Porque todo lo que hay en el mundo, la concupiscencia de
la carne, y la concupiscencia de los ojos, y la soberbia de la vida,
no es
del Padre, mas es del mundo”. Aquel que lee el corazón de
los hombres como un libro abierto dice: “Mirad por vosotros, que
vuestros corazones no sean cargados de glotonería y embriaguez, y
de los cuidados de esta vida”. Y el apóstol Pablo, inspirado por
el Espíritu Santo, escribe: “Los que quieren enriquecerse, caen en
tentación y lazo, y en muchas codicias locas y dañosas, que hunden
a los hombres en perdición y muerte. Porque el amor del dinero es la
raíz de todos los males: el cual codiciando algunos, se descaminaron
de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores”.
La preparación del terreno
A través de la parábola del sembrador, Cristo presenta el hecho
de que los diferentes resultados dependen del terreno. En todos los
casos, el sembrador y la semilla son los mismos. Así él enseña que
si la palabra de Dios deja de cumplir su obra en nuestro corazón
y en nuestra vida, la razón estriba en nosotros mismos. Pero el resultado
no se halla fuera de nuestro dominio. En verdad, nosotros
no podemos cambiarnos a nosotros mismos; pero tenemos la facultad
de elegir y de determinar qué llegaremos a ser. Los oyentes
La siembra de la verdad representados por la vera del camino, el terreno pedregoso y el de
espinas, no necesitan permanecer en esa condición. El Espíritu de
Dios está siempre tratando de romper el hechizo de la infatuación
que mantiene a los hombres absortos en las cosas mundanas, y de
despertar el deseo de poseer el tesoro imperecedero. Es resistiendo
a! Espíritu como los hombres llegan a desatender y descuidar la palabra de Dios. Ellos mismos son responsables de la dureza de corazón
que impide que la buena simiente eche raíces, y de los malos
crecimientos que detienen su desarrollo.
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