Durante mi estudio personal comencé a darme cuenta de que
el verdadero cristianismo no es solo creer en la persona de Cristo,
sino creer en su MENSAJE y actuar conforme a éste. Entendí que
un verdadero cristiano debe entregarse por completo a Cristo para
que Cristo viva dentro de él por medio del Espíritu Santo. Como
escribió el apóstol Pablo: “Todos los que son guiados por el Espíritu de
Dios, éstos son hijos de Dios” (Ro. 8:14). Más adelante afirmó: “Con
Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo
en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de
Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gá. 2:20).
Todos necesitamos ayuda – mucha ayuda. Nuestra fuerza
propia no basta para vencer debilidades y pasiones, vencer al
mundo y al mismo Satanás. El Dios que nos formó prometió
darnos la ayuda y fuerza espiritual que necesitamos. Jesús dijo:
“El Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi
nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que
yo os he dicho” (Jn. 14:26). Luego afirmó: “Cuando venga el
Espíritu de verdad, él os guiará a toda verdad; porque no hablará
por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará
saber las cosas que habrán de venir” (Jn. 16:13).
El principal MENSAJE que Jesucristo vino a predicar fue
el venidero Reino de Dios. Leámoslo en el Evangelio según
Marcos: “Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea
predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se
ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed
en el evangelio” (Mr. 1:14-15).
Para recibir el Espíritu Santo y ser verdadero discípulo de
Jesucristo, es necesario ARREPENTIRSE de los pecados y CREER
en su evangelio. Si aceptamos el mensaje evangélico sobre el Reino
de Dios, debemos poner nuestra buena voluntad para obedecer las
LEYES de ese reino: Los diez mandamientos. Cuando un joven
le preguntó a Jesús: “¿Qué bien haré para tener la vida eterna?”
(Mt. 19:16), Jesús le respondió: “Si quieres entrar en la vida,
GUARDA LOS MANDAMIENTOS. Le dijo: ¿Cuáles? Y Jesús
dijo: No matarás. No adulterarás. No hurtarás. No dirás falso
testimonio. Honra a tu padre y a tu madre; y, amarás a tu prójimo
como a ti mismo” (vs. 17-19). En su respuesta Jesús hizo una
clarísima referencia a los diez mandamientos como CAMINO de
vida para quienes deseen alcanzar el Reino de Dios.
“Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta,
y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los
que entran por ella... No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará
en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre
que está en los cielos” (Mt. 7:13; 21). Este es el PACTO que
firmamos con nuestro Creador en el bautismo.
Para toda persona que llegue a recibir la salvación de Dios,
la Biblia revela un maravilloso destino, mostrándole que el mismo
Dios se está reproduciendo en nosotros como sus verdaderos hijos
en un proceso que se inicia desde nuestra conversión. Pero
recordemos siempre que la verdadera conversión conlleva una
entrega total de nuestra vida y voluntad al Dios Todopoderoso.
Si nos entregamos a Dios en esa forma, Él nos va a
perdonar, luego a transformar y finalmente nos hará entrar en
el glorioso Reino como verdaderos hijos. Sin embargo, durante el
proceso, vamos a encontrar muchas dificultados y sufriremos
persecuciones al tratar de vivir conforme a las instrucciones de Dios
en lugar de seguir las tradiciones y costumbres de los hombres.
Pero jamás olvidemos las palabras del apóstol Pablo: “Tengo por
cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables
con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Ro. 8:18).
Nuestro pacto personal con el Creador al bautizarnos
incluye un compromiso de cambiar a lo largo de nuestra vida.
Debemos cambiar en lo que sentimos, en lo que hacemos, y
primordialmente en lo que SOMOS interiormente. La verdadera
conversión nos lleva a ser “hechos conformes a la imagen de su
Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos”
(Ro. 8:29).
Un saludo hermanos
ELISEO CUESTA