La oración nos abre las puertas del corazón de Jesús y nos introduce a lo más profundo de sus sentimientos. Comúnmente no le abrimos el corazón a cualquiera sino que guardamos nuestras distancias y tenemos nuestras reservas, elegimos solo a aquellos que se han ganado nuestra estima y confianza. Jesús nos ha admitido en el grupo de sus íntimos y le ha parecido bien darnos a conocer los tesoros de su amor (Lc 10,21). Uno de sus tesoros más preciados es el amor del Padre. Tan vital era para Jesús su relación con el Padre que no dejaba ni un momento el diálogo con él: “Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, y nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo” (Lc 10,22).El Padre era su apoyo y fortaleza ¡lo era todo! Muchas veces Jesús debió pensar: ¿Cómo pueden vivir los hombres sin conocer al Padre? ¿Por qué se empeñan en vivir como huérfanos cuando tienen al Padre más misericordioso? Cuántas veces Jesús tuvo que haberse sentido impotente ante los fariseos y maestros de la ley que hablaban de un Dios legalista y frívolo. Más de una vez, Jesús llegó a expresar su dolor y el deseo de atraer a todos hacia el corazón del Padre: “Si conocierais los caminos de la paz… si conocierais el don de Dios”.Mientras nosotros nos empeñamos en rezarle a un Dios castigador, Jesús se empeña en acercarnos su rostro de misericordia. Qué urgente y necesario es tener experiencia de la misericordia de Dios. Si no nos sentimos amados en nuestras miserias y pecados ¿cómo podremos sentirnos libres? Y si no nos sentimos perdonados por Dios ¿cómo podremos sentir compasión por alguien y perdonar? Leí alguna vez la frase: “ámame no porque lo merezco sino porque lo necesito”… en realidad, ninguno de nosotros merecemos el amor de Dios, no hemos hecho nada para merecer su compasión y sin embargo, aquí estamos! Rescatados y liberados por su amor gratuito y misericordioso.Dios se ha comprometido hasta el fondo con cada uno de nosotros y no descansará hasta no vernos enteramente felices, y es que la misericordia, más allá de un buen sentimiento hacia el otro… es un compromiso.Al escuchar a Jesús en este evangelio quizá nos daremos cuenta de cuán lejos o cerca estamos de ser compasivos y misericordiosos. Sobre todo, nos daremos cuenta hasta qué punto hacemos nuestro el dolor, las alegrías, la vida de los demás. Porque si el pastor busca a la oveja es porque la siente suya y es importante para él. Si la mujer invierte tiempo y se empeña en encontrar su moneda es porque tiene un valor y una utilidad.Lo cierto es que para Jesús tú y yo somos esa oveja por la que se arriesgó a dejar las noventa y nueve; y somos esa moneda de valor por la que renunció a dignidad de Hijo de Dios. Porque él ha sido misericordioso, podremos ser misericordiosos con los demás.