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domingo, 23 de junio de 2019

DUELO: ¿QUE PODEMOS HACER ANTE LA PERDIDA DE SERES QUERIDOS?

El impacto que una persona o familia siente debido a la muerte de un ser querido es uno de los más estresantes de la vida; genera un profundo efecto emocional, crea una situación de crisis y todo el sistema se desorganiza y distorsiona; el intento de adaptarse a la situación traumática del dolor y sufrimiento recibe el nombre de duelo. Cada uno de los miembros de la familia reaccionará de forma diferente. Estas diferencias individuales deben respetarse, ya que las emociones no siempre siguen un orden cronológico, sino que aparecen y desaparecen. Estas emociones pueden ir desde el estado de conmoción o estupor (primera etapa), a un estado de desconocimiento, desesperación, acciones automáticas, incapacidad de aceptar la realidad y negación del hecho. Puede ocurrir también un estado de enojo o agresividad; sentirse culpable por estar vivo, acusarse a sí mismo: “si hubiera estado allá”; “si hubiese hecho esto o aquello” (segunda etapa), tener sentimientos de injusticia, desamparo y confusión. Después viene el estado de desorganización o de desesperación (tercera etapa), entonces comenzamos a tomar conciencia de que nuestro ser querido no estará más entre nosotros, por lo tanto llega una tristeza apática, nostalgia, desinterés o incluso una tendencia al abandono, hasta que la instrumentación de ciertos mecanismos de autocontrol permiten que la persona supere el hecho que le causó tanto dolor (cuarta etapa). Después de pasar por todas estas sensaciones de dolor, la vida nunca vuelve a ser la misma, pues la pérdida de un ser querido deja un vacío que nada ni nadie puede llenar. Nuestro objetivo es analizar algunas situaciones que ocurren en este proceso y cómo podemos acompañar a los enlutados, reconstruyéndoles la existencia con un nuevo significado. Esta amplia gama de emociones y sentimientos que se producen en este proceso es normal y previsible en una situación de pérdida. La tristeza y el dolor son intensos. Este dolor se expresa de forma física (llanto, dolor en el pecho, trastornos intestinales, pérdida del apetito, problemas con el sueño, etc.); y de manera emocional y psicológica (tristeza, ataques de ansiedad, depresión, pensamientos suicidas, etc.). No es fácil seguir adelante después de la muerte de un ser querido. El dolor disminuye con el tiempo y esto debe aceptarse como un proceso natural. Es importante no ocultar las emociones y no negar la realidad. La finalidad del duelo es expresar y mantener los sentimientos sanos, reducir el sufrimiento, dominar el dolor de la separación, aceptar la muerte y amar al fallecido con un nuevo lenguaje del amor. En este proceso es necesario encontrarle un nuevo significado a la vida. Para completar el proceso de curación se debe pasar por todas las etapas mencionadas anteriormente. Habrá días mejores o peores y, a veces, el sentimiento que se imaginaba superado vuelve a manifestarse.
Recuerdo a mis 22 años que perdí a mi padre; mi vida cambio radicalmente, adquiri responsabilidades que jamas hubiera pensado,y ahora acabo de perder a mi madre y noto como si el cordón umbilical familiar se rompiera,aunque es pronto para sacar conclusiones pues familiarmente estoy unido a mis 5 hermanas y sus progenitores.
 ¿Qué hacer? ¿Cómo avisarle al padre que estaba regresando de un viaje? ¿Cómo darle al hijo de siete años la noticia de que su hermano no estaría más con ellos? Estos fueron los momentos de mayor  perturbación de la familia. Sólo la sabiduría divina podría atender de forma cautelosa estas emociones tan fuertes. Cada miembro de la familia reaccionó y expresó su dolor por la pérdida de manera diferente. En ese momento aparecen las preguntas y los “por qué” (procesos predecibles ante una tragedia de esa magnitud, a pesar de la religión, fe y creencias). ¿Señor, dónde estabas que no protegiste a mi hijo? ¿Señor, por qué lo permitiste? ¿Qué quieres de mí? Preguntas sin respuestas. Es aquí cuando surge la lucha entre la desesperación del dolor y la esperanza del reencuentro en la mañana de la resurrección. A pesar del dolor y la amargura por el hecho, mi amigo y su familia concentraron su confianza en Dios y dijeron como Job en su sufrimiento: “Pero yo sé que mi Redentor vive […]” (Job 19:25). Es el desarrollo de la virtud trascendental en conexión con el Superior, lo que hace que las preocupaciones y problemas se enfrenten con valentía, persistencia, integridad, moderación y esperanza, y mantengamos una vida con sentido, a pesar del dolor que sentimos. La tarea de los que acompañan este proceso es promover la visión del futuro y minimizar el permanecer en el pasado y en la nostalgia.






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