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martes, 4 de abril de 2017

Devoción Matutina Adultos | La tentación puede resultar en victoria

NO DEBIÉRAMOS ELEVAR nuestras peticiones a Dios con el objetivo de comprobar si él cumplirá su palabra, sino con la certeza de que la cumplirá; ni para comprobar si nos ama, sino porque nos ama.

«Otra vez lo llevó el diablo a un monte muy alto […] y le dijo: “Todo esto te daré, si postrado me adoras”» (Mat. 4: 8, 9).

Este fue el esfuerzo culminante de Satanás. En él desplegó todo su poder engañador. Desplegó todo su poder de convencimiento sobre Cristo, tentándolo a someter su voluntad a la suya. En su debilidad Cristo se aferró a Dios. La divinidad fulguró a través de la humanidad. Cristo permaneció como el Comandante del cielo y sus palabras fueron las de uno que tenía toda la autoridad: «Vete, Satanás, porque escrito está: al Señor tu Dios adorarás, y solo a él servirás» (Mat. 4: 10).

Satanás había puesto en duda que Jesús fuera el Hijo de Dios. Pero en las palabras de reprensión de Cristo encontró una evidencia que no pudo contradecir. La divinidad fulguró a través de la humanidad doliente. Satanás no tuvo poder para resistir la orden. Retorciéndose de humillación e ira, se vio obligado a retirarse de la presencia del Redentor del mundo. La victoria de Cristo fue tan completa como lo había sido el fracaso de Adán.

Cristo anticipó los largos años de conflicto que vendrían entre los seres humanos y este sutil enemigo. El Señor es el refugio de todos los que, asediados por la tentación, acuden a él. Todos en algún momento somos tentados, todos pasamos por pruebas, pero no debemos nunca dejarnos dominar por el enemigo. Cristo venció para que nosotros podamos vencer. Satanás no es invencible. Día tras día él enfrenta a aquellos que padecen prueba, esforzándose para dominarlos. Su poder tentador es grande y muchas veces obtiene la victoria. Cristo fue tentado para que nosotros pudiésemos saber cómo ayudar a toda alma que enfrenta los fieros embates de la tentación. La tentación no es pecado; el pecado consiste en ceder a la tentación. Para el alma que confía en Jesús la tentación significa victoria y una mayor fortaleza.

Cristo está preparado para perdonar a todos los que acuden confesándole sus pecados. Al alma que lucha con sus tribulaciones y pruebas, le dice: «¿Se acogerá alguien a mi amparo? ¡Que haga conmigo paz!, ¡sí, que haga la paz conmigo!» (Isa. 27: 5). Gracias a Dios contamos con un Sumo Sacerdote que se compadece de nuestras debilidades porque él fue «tentado en todo» (Heb. 4: 15) igual que nosotros



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